martes, 29 de noviembre de 2011

Otra vez el fin del mundo

Los que desde estas remotas pampas del sur hemos sobrevivido a gobiernos militares, a la hiperhinflación, al menemato y a la crisis del 2001 bien podemos enseñar al resto del mundo a qué cosas conviene temer.


Los religiosos de toda laya, desde el fondo ancestral de la historia, han aprovechado cuanta oportunidad ofrecieran  las contingencias políticas o cósmicas para preocuparnos con la promesa de un final para el mundo de los terrícolas y la desaparición total del género humano. Grandes cataclismos, inundaciones, lluvias de fuego, terremotos, hambrunas, eventuales choques con cuerpos celestes errantes, todo sirve a la hora de sembrar el terror. El fin es inevitable, dicen, porque la humanidad, dada su iniquidad y su frecuente fascinación por el vicio y el pecado, ha roto sus vínculos con Dios y éste, como ha demostrado a lo largo de todo el Antiguo Testamento, tiene una paciencia más bien ínfima y cuando se engrana no hay rienda que lo sujete.


Gentes hay que gustan de utilizar el tiempo de sus cortas vidas en tratar de mostrar a sus vecinos lo mal que está todo, el daño irreparable que los hombres provocan en el medio ambiente, lo peligrosas que se han vuelto las calles y lo próximo que se encuentra el final. Cuando logran captar la atención de sus interlocutores, sobrecogidos por las imágenes de la destrucción generalizada -perros devorando niños, pirañas saliendo de las canillas, hornos que atacan a sus amos, Ricardo Fort  vestido de barbie cantando por cadena nacional todo el repertorio de los Guachiturros- les dan a entender que hay una solución:  Cuando todo termine, el Señor vendrá y rescatará a los suyos.


Algo así me insinuó una persona que me visitó el sábado y que trató de venderme una parcela en "el Reino del Señor", donde no hay "paralíticos ni ciegos ni ningún defecto físico" y donde "el león vive junto a las ovejas". Su explicación del juicio final y del reino de los justos me pareció curiosa y le pregunté que qué hacían en ese lugar con las personas con problemas físicos (debo confesar que mi pregunta textualmente fue: "¿y con los discapacitados qué hacen? ¿Los matan?") y me permití señalarle que  para que haya paraíso no parece  necesario que el león cambie de dieta. También le pregunté si en vez de esperar a que la tierra vuele por los aires y que Dios lo resuelva todo, no era preferible hacernos cargo del mundo tal y como está y tratar de educarnos para evitar que se rompa en defensa propia, pero no me dejó terminar. Cuando levanté la vista del folleto que me había entregado, el hombre se alejaba rápidamente, como si fuera presa de una diarrea repentina.


No sé por qué pero me dejó la sensación de que mis preguntas  lo incomodaban más que las llamas de la ekpirosis.


Cada quien fantasea con su propia versión del fin de los tiempos como buscando una experiencia extrema para compartir con amigos. ¿A quién no le gusta ser parte de un acontecimiento importante? Y como experiencia importante, el fin del mundo debe clasificar entre las diez primeras. Hay quien se hundiría con el Titanic sólo para poder decir "yo estuve ahí".


Por tal razón es que a lo largo de los siglos se han contado historias de destrucciones parciales de la humanidad (Sodoma y Gomorra, las diferentes versiones del diluvio, la desaparición de la Atlántida) que servían de ejemplo de lo que podría llegar a pasar si no enmendábamos nuestras faltas, Y si los dioses podían destruir una ciudad por el fuego o por el agua, bien podrían acabar con todo lo que se mueve mediante meteoritos, períodos glaciales, volcanes  o tsunamis.  La gente compra las historias porque alguna pulsión tanática le hace desear que el cataclismo de veras se produzca y que lo padezcan otros. En las películas de catástrofes, siempre alguno se salva. 


Hagamos un breve catálogo con algunas de las afortunadamente desacertadas predicciones del fin del mundo:


  1. En el año 79 de nuestra era, algunos ciudadanos de Roma tomaron como una señal del inminente fin del mundo la erupción del volcán Vesubio, que destruyó las ciudades de Pompeya y Herculano. Esto fue así porque los estoicos, seguidores de Séneca, tenían la creencia de que el planeta cíclicamente era destruido por el fuego para volver a renacer.
  2. La aparición del cometa Halley, que es visible desde  la tierra cada 76 años ha sido históricamente un presagio de desastres. La llegada del cometa en 1910 desató la histeria apocalíptica en Estados Unidos y Europa, al difundirse la teaoría de que la cola del cometa contenía un gas que impregnaría la atmósfera y que terminaría con toda la vida en el planeta. No sólo los sonsos y los supersticiosos se lo tomaron en serio, la hipótesis del gas venenoso la desparramó un astrónomo francés: Camille Flammarion.
  3. Al principio de su historia, a fines del siglo XIX, los testigos de Jehová profetizaban que el mundo acabaría en 1914, fecha de la segunda venida de Jesucristo. El hecho de que tal cosa no haya sucedido no los desanimó y en vez de disolverse como religión o de dejar de predecir el futuro, continuaron su prédica del fin del mundo pero sin precisar la fecha para preservarse de los desengaños. 
  4.  El alineamiento planetario ha sido protagonista de numerosas predicciones apocalípticas. El 5 de mayo de 2000  Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno se alinearon con el Sol y la Luna. El arqueólogo Jeffrey Goodman aseguró en 1977 que en esa fecha ocurrirían numerosos terremotos y erupciones volcánicas y que la Tierra se fracturaría a causa de la tensión originada por la gravedad que generaría el alineamiento.
  5. A partir de 1984 varias publicaciones informáticas comenzaron a alertar sobre un desastre que ocurriría el 1 de enero de 2000: el Y2K. Posibles errores causados por una programación que no contemplase el cambio de milenio podría sumir a la humanidad en un caos. Algunos predicadores alentaron a sus fieles a que hiciesen acopio de víveres y agua para estar preparados para lo peor. Menos mal que estaba Bill Gate con su notebook y poniendo en juego su fortuna y su vida,  nos salvó de la caida del sistema. 
  6. Cuando el Colisionador de Hadrones del Cern fue puesto en marcha en Septiembre de 2008 algunos críticos especularon con la posibilidad de que el mayor acelerador de partículas del mundo podría generar una colisión atómica que produjese un agujero negro que devorase a la propia Tierra. Sin embargo todo quedó en nada. El acelerador funcionó, aunque eso sí, solo una vez y se estropeó.
  7. Durante el corriente año, la secta norteamericana Family Radio predijo el fin del mundo para el domingo 21 de mayo, día en que el diluvio de Noé cumpliría sus primeros 7000 jóvenes añitos. Como el lunes todo seguía en su lugar, se produjo una gran desilusión entre los integrantes del grupo religioso, especialmente para los que tenían que presentarse a trabajar. La fecha de la hecatombe se postergó al 21 de octubre, con igual éxito.
  8. Finalmente, el 11/11/11, que por muy complicadas razones también le pareció conveniente a los naufragadores de planetas para anunciar el final, pero pasó sin pena ni gloria, y el mundo como si tal cosa.

Como verán, esto de andar anunciando finales para el mundo no tiene nada de novedoso. Hasta ahora sólo han sido amagues y fingimientos, pero no descartemos la posibilidad de que alguien apriete un botón equivocado o que todo Medio Oriente proclame la Guerra Santa o que a fuerza de glifosatos y emanaciones de monóxido de carbono acabemos de destruir la mitad sana del Medio Ambiente. A mis años, no me sorprendería que el mundo acabe, y mucho menos, que finja acabar.

No obstante, ese viernes que escribí en mi diario la fecha 11/11/11 sentí un estremecimiento,  un reflujo de fuerzas telúricas que desensillaron en mi alma augurando catástrofes inminentes. En cuanto no logré darle un canal eficaz a mis presentimientos, opté por consultar a algún siervo de mi confianza, y no habiendo ninguno en los alrededores, limité mi pesquisa a mi pegajoso y rubicundo sobrino, que sopesó el objeto en sus manos, como quien toma contacto con un cacharro de una civilización extinguida, y emitió un juicio inapelable: "Son muchos palitos parados". Ante mi insistencia, que buscaba desentrañar el sentido simbólico de los signos, el muchacho sólo atinó a responder: "Algunos están torcidos". 


Como todos sospechamos, ante la inminencia de una catástrofe no queda otra cosa que correr y tratar de encontrar un lugar seguro. Yo les quiero ir avisando porque el fin del mundo, el posta, el de los mayas y el de Nostradamus, está previsto para  diciembre de 2112. Así que mi humilde consejo para cuando llegue ese funesto día se resume en una frase: "A correr, que se acaba el mundo".


Un temita de Elvis Costello, pa' ilustrar la charla.